domingo, 13 de mayo de 2018

La trama oculta



El rey ostentaba su poder sin imaginar su futuro; ¿quién puede predecir lo impredecible? Que la gente abandone sus extensos territorios para aglutinarse en sucias y pequeñas regiones, parece ilógico. La cruz se extendía por Europa como un abanico de armónico y sereno cause, yo formaba parte de ella, o eso creía. No hacía mucho tiempo que el sol había dejado de girar y el número tomaba cada vez más valor, perfilándose a concretar una ontología divina. El miedo recorría las calles, en oscuro y paciente acecho, al igual que aquel lobo busca su presa, aunque pocos lo querían ver.
Inicié mis estudios y supe culminarlos con éxito en el colegio de los jesuitas de la Flèche, una de las más célebres escuelas de Europa, podría decir que era realmente bueno en mis misantrópicas tareas, pero siempre me vi opacado por quien fue mi amigo, mi compañero, mi hermano. Eternamente me pregunté si mi sombra me acompaña en la oscuridad. Desde un primer momento algo nos atrajo, nos ubicamos juntos, sin saber por qué. Poco a poco, su imagen comenzó a lucir, intervenciones perfectas, acotaciones propicias y deducciones elocuentes, son algunos de los detalles, es que, siempre él se hallaba un paso más adelante, siempre superior al resto, si yo comprendía la existencia de colores que excedían al negro y blanco, él llegaba a alegar que mezclando ambos colores obtenía gris. Mi imagen moría opacada siempre por él, pero no me molestaba, podría decirse que me agradaba, no solo porque nunca me gusto resaltar, sino porque era mi amigo y las clases privadas que me brindaba bastaban para colmar mi humilde corazón. No tardé mucho en comprender que la historia y sus redactores no lo dejarían pasar por alto. Pasado un tiempo note en él la gestación de cambios, poco a poco comenzó a oponerse a lo que nuestros profesores nos enseñaban, es así que decidió abandonar los estudios y radicarse en Poitiers cursando estudios de derecho. Dejamos de frecuentarnos, debido a las distancias, igualmente debo reconocer que la correspondencia no perdió nunca intensidad, es así como me enteré de su participación en distintas guerras.
El tiempo paso y entre viaje y viaje supo visitarme en mi Francia natal, fue justamente en una de esas visitas donde llego a postularme que todo lo que creíamos que sabíamos era mentira. Explayó su tesis y su virus infectó mi espíritu cuando dudé. ¿Cómo ir en contra de mi amigo, de mi hermano, de ese gran pensador que aparentemente se hallaba frente a mí? Le creí, al igual que tantos otros que comenzaron a escoltarlo, pero debo admitir que no lograba contemplar con perfección su postura, a causa de mi mala educación, pensaba yo. Sus viajes prosiguieron y proporcionalmente a ellos su reputación aumentaba. En sus cartas me detallaba cada pensamiento nuevo que agregaba a su doctrina, mientras que yo solo redactaba palabras de admiración. En su última visita a Francia llevamos a cabo un diálogo mediante el cual concordamos que estaba generando desamores que hacían que aquel lobo comience a verlo como presa. Él se retiró a un castillo, quizás huyendo, lo que me indujo a concluir que no existe religión, cruz o estrella que no haga mal, y que no existe una mentira tan perfecta como la verdad. Pude haberme dado cuenta entonces pero seguía sosegado por su imagen.
Pasaron unos años y una voz interior, a modo de intuición, supo decirme que habíamos tomado el rumbo equivocado. Pensé, pensé y repensé, y finalmente comprendí, comprendí que un método es la consecución de pasos para llegar a un destino prefijado, y me indagué ¿acaso una trama no es lo mismo? No es acaso un laberinto, me demandé. Mire al cielo, pedí perdón, maldije y exclamé:

- ¡OH, Rene, que trama oculta has ideado para nuestros designios! 


Emanuel Cañoto

No hay comentarios.:

Publicar un comentario