jueves, 26 de octubre de 2017

¿Por qué estudiar filosofía hoy?


Ya hace un tiempo se instalaron en la sociedad diversos prejuicios acerca de la filosofía; “es ocio no provechoso”, “¿qué pueden aportar los filósofos clásicos al presente?” y la peor conjetura y tal vez la más reproducida, es que “la filosofía no sirve para nada”.
Es algo habitual también, que el común de la gente al momento de pensar en un estereotipo de filósofo imagine siempre algún hombre, por supuesto, de barba larga y blanca que viste una túnica griega o romana. Y la cuestión aquí es ¿por qué “El” filósofo no puede ser “La”? y ¿Por qué no puede lucir como cualquiera de nosotros?
Lo extraño es que la filosofía no es algo ajeno a nosotros, sino que es una actividad inherente al ser humano, que intenta conocer las razones por las cuales las cosas son como son.
¿Cual es el devenir de las relaciones humanas?¿Qué es el amor, qué es la amistad?¿Qué es la libertad?¿Qué relación hay entre las palabras y las cosas?¿Es posible comprobar la existencia de Dios?¿Hasta dónde puede llegar el conocimiento humano? Estos son algunos interrogantes que la filosofía se pregunta desde sus comienzos, es por eso que su búsqueda tiene principio pero no final. Sus cuestionamientos acompañan al hombre hasta el final de sus días.
Lo interesante, entonces, es pensar que la filosofía tiene que ver más con las preguntas que con las respuestas. Ella se pregunta, y cuando se responde se vuelve a preguntar; lleva la pregunta a su máxima expresión, se pregunta el porqué del por qué... del por qué... y así al infinito, en su afán por bucear en las causas últimas (que son las primeras por ser las fundamentales).
Puede parecer que hoy, cuando la ciencia se ocupa de priorizar el conocimiento particular e hiper-especializado, la filosofía sea una disciplina superada. Sin embargo, por su carácter multidisciplinar es la madre de todas las ciencias, y por esto aporta conceptos que permiten fomentar el diálogo y el vínculo entre el arte, la religión, la biología y la tecnología, por ejemplo. Así, la cibernética puede innovar en tecnología de última generación pero se inspirará en una forma de entender al hombre y su vida cotidiana, las cosas que hace y los vínculos sociales que tiene. Al pensar en esto, nos topamos con la filosofía. O podemos asistir a una exposición de arte o a una pieza de teatro y… los lenguajes que manejan, la perspectiva histórica que tienen, el pensamiento que tienen sus autores, todo ello involucra a la filosofía.
Entonces ¿la filosofía sirve para la vida? y la respuesta es “definitivamente”. Karl Marx, filósofo del S. XIX, nos habla de una filosofía de la praxis, que pone al pensamiento en servicio de la transformación de la realidad. Al fin y al cabo la filosofía no se basa en puras abstracciones como suelen creer muchas personas. Es un círculo, no vicioso; la teoría bebe de la realidad, y luego la transforma. Hay una frase del autor que expresa, el sentido final de la filosofía: “Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo” (Marx, “Tesis sobre Feuerbach”, año 1845)
Quizás Marx haya sido un poco injusto con los filósofos pasados, quienes con sus ideas también pusieron en juego su cuerpo y nos señalaron que el camino fundamental de la Filosofía es la contemplación. Lo interesante aquí es resaltar el sentido de la filosofía e intentar lograr un equilibrio entre la contemplación y la praxis, recuperando el correcto sentido de esta última. “Praxis” como “práctica” que nace de un saber técnico, el cual abrevó en la contemplación su ser esencial. Queremos parafrasear a Marx, reorientando la frase: es hora de transformar el mundo, re-pensándolo, volviéndonos hacia la realidad y hacia el hombre para valorarlos en toda su riqueza que es -primeramente- metafísica.
Es cierto también que el ejercicio de reflexión racional y crítico ha cambiado o incluso configurado la realidad en la que vivimos. Nuevamente: la filosofía. Créase o no, algo han tenido que ver los filósofos en procesos muy dispares (algunos buenos y otros no tanto) como el logro de los derechos sociales, la definición de las categorías metafísicas para pensar la realidad, el entender la fe revelada del cristianismo, pensar las revoluciones modernas, fomentar o luchar contra las ideologías, influenciar en los totalitarismos o pensar la bioética.
La filosofía siguió su curso desde Tales y Sócrates en la antigua Grecia, y al día de hoy son muy vastas las propuestas en torno a tal disciplina. Entre ellas podemos contar con las de algunos filósofos argentinos, como José P. Feinmann, con quien me parece apropiado cerrar mi escrito, ya que sintetiza la esencia del mismo: “La Filosofía es la praxis del conocimiento de lo real, que implica, necesariamente, la praxis de su transformación. La Filosofía es la aceptación de ese riesgo. El riesgo de subvertir lo real por medio de la conciencia y de la acción. La Filosofía, en resumen, caballeros, es la riesgosa aventura de transformar la realidad, comprometiendo, en tal empeño, no sólo las ideas, sino también el cuerpo.” (Feinmann, “La astucia de la razón”, Buenos Aires, 1990)
Por mi parte les propongo, damas y caballeros, que aceptemos el reto y ¡Que comience la aventura!

Camila Lerose

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